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althaeaOriginalmente posteado en LJ
https://adler-annr2.livejournal.com/6201.html
Autor:adler_annr2 // AnnR24
Fandom: Kuroshitsuji
Claim: Elizabeth Middleford
Tabla: ♥ Tabla LJ ♥ FF.net
Tema: #01 - De ahora en adelante || #02 - Blanco y negro || #03 - Nunca desaparecerá
Título: #01 - Pequeña esperanza || #02 - Daguerrotipo || #03 - Impresiones duraderas
Resumen: Drabbles. Realmente... drabbles... no resumen XD
Advertencias: Spoilers y en otros ¿momentos perdidos del fandom? XD
Notas: Los primeritos de la tabla~ / Kuroshitsuji © Yana Toboso
~
―Mis más sinceras disculpas, mi lady, de no haber sido por mi incompetencia usted no habría tenido que mostrar esa parte que tanto deseaba ocultar a los ojos del joven amo.
Lizzy queda abstraída con las palabras de Sebastian, pues sonaron demasiado duras. ¿Y a quién iba a culpar Lizzy, sino a sí misma? Estaba preparada para el cruce espada-cadáver que se avecinaba conforme Sebastian iba ganando oponentes y Ciel iba agotando municiones. De hecho, apenas comenzó la fase en que todo se salía de control que Elizabeth ya sabía, como toda chica sabe cuando el teatro que se ha montado está apunto de venirse encima, que su participación sería ineludible. Al fin y al cabo, a ella le tenía sin cuidado tener que luchar; enfrentarse cien a uno contra todo aquél que quisiera herir a su prometido no la amedrentaba en lo más mínimo, lo que la atenazaba hasta el fondo de todo su ser, lo que realmente pudo hacerla vacilar a la hora de la verdad fue un único deseo, «que Ciel pensara que era hermosa, hasta el final». ¿Qué podría pensar el lindo, pero frágil Ciel si supiese de lo aterradora que puede llegar a ser su prometida?
Su culpa. Culpa de Lizzy por no imaginar que después de una desgracia como la ocurrida a los anteriores condes el corazón de Ciel iba a seguir admitiendo derrotas. Culpa de Lizzy pensar que después del mes alejada de su primo él no pudo haber cambiado toda su filosofía y hasta endurecer su corazón para cumplir con las obligaciones de un cargo como el de el Perro Guardián. Su culpa por no haberse dado cuenta, por no haber querido darse cuenta de que no serían unos niños para siempre.
―Mi lady ―Sebastian espera con una mirada que puede pasar por preocupación y Lizzy le mira a él y mira a Ciel, y los mira a ambos un par de veces antes de regresar a la realidad.
Sonríe. Con tan solo un poco de suerte, Ciel ya no la considerará un estorbo de ahora en más.
La pequeña Elizabeth sostiene la delicada placa en sus inocentes manitas mientras en su rostro se dibuja la expresión de una auténtica fascinación. Ver a su madre, ahí tan majestuosa e imponente como desde siempre ―supone la pequeña― ha sido, a un tiempo en que la tiene justo enfrente y le han dicho, el pequeño facsímil no es la obra maestra de ningún pintor, le llena de entusiasmo. ¿Por qué será que incluso en esa pequeña muestra su madre se ve tan real? ¿Por qué será que esa plaquita que la encanta le deja a un tiempo una sensación de vacío?
―Son los colores ―sentencia convencida.
«O la ausencia de una amplia gama de estos, mejor dicho» piensa su madre.
Frances mira con ternura a su pequeña hija y recuerda que deben seguir con los entrenamientos, que le mostrara sus fotos de chica fue tan solo un pequeño incentivo a las grandes capacidades de su hija en el arte de las espadas, con cuidado toma la placa de manos de Elizabeth y la coloca de vuelta en el mueble al que estaba dedicada.
―Cuando llegue el día, también te haremos hacer unas fotografías a ti, Elizabeth.
Con métodos más recientes, efectivos y menos perjudiciales para la salud del que pueda con el encargo, Frances no duda que el pedido de su hija se vea cumplido, y si por ella fuera lo haría ella misma, le daría todos los colores del universo a su pequeña sin rechistar. Pues Lizzy no quiere opacar de tal manera (como en el daguerrotipo de su madre) el recuerdo que está segura, compartirá con Ciel.
¿Qué podía estar haciendo el loco, osado e independiente de su primo con Sebastian a altas horas de la noche? Lizzy siente un hueco en el estómago cada vez que piensa en ello, su madre se los dijo bien clarito a los dos, la hora de dormir es invariable. No importando cuan transcendentales les parecieran sus asuntos personales, no habría ninguna clase de favoritismo. Suerte que fuera invierno y Frances no tenga verdadero corazón de piedra a Sebastian no lo enviaron al jardín a pasar la noche.
Cada noche, pasadas las doce, Ciel se levanta y llama a Sebastian para que le acompañe. Él ni siquiera se cambia la bata para dormir, únicamente se echa encima algún abrigo, se calza las botas y se coloca la bufanda como puede para que el frío del exterior no penetre a través. Una vez afuera usa a Sebastian como guía y centinela, y él debe cumplir cabalmente su misión pues si son descubiertos bien sabe el inteligente can que podría significarle una gran reducción en su suministro diario de alimentos. El pequeño futuro conde ha estado arriesgándose, a los regaños y a los ataques de asma, para conseguirle a su prima un ramo de los primeros brotes de unas lindas orejas de oso.
«Un detalle maravilloso», piensa Lizzy al borde del llanto cuando recibe el obsequio, por la alegría del regalo de Ciel y por la culpa si algo le hubiese sucedido también.
Años más tarde, en una de sus tantas improvisadas visitas a la mansión Phantomhive, Elizabeth recuerda el regalo que le diera Ciel ese invierno. Está a punto de recostarse cuando escucha el ruido del carruaje alejándose. Ahora Ciel no necesita el permiso de nadie para salir en el momento que le plazca, y cuánto la llenaría eso de alegría si no fuera porque no es por placer, tanto como por obligación, la razón por la que Ciel tiene que arriesgarse ahora. Pero el peligro siempre ha estado ahí, y Elizabeth se sigue sintiendo una carga.
https://adler-annr2.livejournal.com/6201.html
Autor:
adler_annr2 // AnnR24Fandom: Kuroshitsuji
Claim: Elizabeth Middleford
Tabla: ♥ Tabla LJ ♥ FF.net
Tema: #01 - De ahora en adelante || #02 - Blanco y negro || #03 - Nunca desaparecerá
Título: #01 - Pequeña esperanza || #02 - Daguerrotipo || #03 - Impresiones duraderas
Resumen: Drabbles. Realmente... drabbles... no resumen XD
Advertencias: Spoilers y en otros ¿momentos perdidos del fandom? XD
Notas: Los primeritos de la tabla~ / Kuroshitsuji © Yana Toboso
~
01. De ahora en adelante || Pequeña esperanza {346 palabras}
―Mis más sinceras disculpas, mi lady, de no haber sido por mi incompetencia usted no habría tenido que mostrar esa parte que tanto deseaba ocultar a los ojos del joven amo.
Lizzy queda abstraída con las palabras de Sebastian, pues sonaron demasiado duras. ¿Y a quién iba a culpar Lizzy, sino a sí misma? Estaba preparada para el cruce espada-cadáver que se avecinaba conforme Sebastian iba ganando oponentes y Ciel iba agotando municiones. De hecho, apenas comenzó la fase en que todo se salía de control que Elizabeth ya sabía, como toda chica sabe cuando el teatro que se ha montado está apunto de venirse encima, que su participación sería ineludible. Al fin y al cabo, a ella le tenía sin cuidado tener que luchar; enfrentarse cien a uno contra todo aquél que quisiera herir a su prometido no la amedrentaba en lo más mínimo, lo que la atenazaba hasta el fondo de todo su ser, lo que realmente pudo hacerla vacilar a la hora de la verdad fue un único deseo, «que Ciel pensara que era hermosa, hasta el final». ¿Qué podría pensar el lindo, pero frágil Ciel si supiese de lo aterradora que puede llegar a ser su prometida?
Su culpa. Culpa de Lizzy por no imaginar que después de una desgracia como la ocurrida a los anteriores condes el corazón de Ciel iba a seguir admitiendo derrotas. Culpa de Lizzy pensar que después del mes alejada de su primo él no pudo haber cambiado toda su filosofía y hasta endurecer su corazón para cumplir con las obligaciones de un cargo como el de el Perro Guardián. Su culpa por no haberse dado cuenta, por no haber querido darse cuenta de que no serían unos niños para siempre.
―Mi lady ―Sebastian espera con una mirada que puede pasar por preocupación y Lizzy le mira a él y mira a Ciel, y los mira a ambos un par de veces antes de regresar a la realidad.
Sonríe. Con tan solo un poco de suerte, Ciel ya no la considerará un estorbo de ahora en más.
02. Blanco y negro || Daguerrotipo {269 palabras}
La pequeña Elizabeth sostiene la delicada placa en sus inocentes manitas mientras en su rostro se dibuja la expresión de una auténtica fascinación. Ver a su madre, ahí tan majestuosa e imponente como desde siempre ―supone la pequeña― ha sido, a un tiempo en que la tiene justo enfrente y le han dicho, el pequeño facsímil no es la obra maestra de ningún pintor, le llena de entusiasmo. ¿Por qué será que incluso en esa pequeña muestra su madre se ve tan real? ¿Por qué será que esa plaquita que la encanta le deja a un tiempo una sensación de vacío?
―Son los colores ―sentencia convencida.
«O la ausencia de una amplia gama de estos, mejor dicho» piensa su madre.
Frances mira con ternura a su pequeña hija y recuerda que deben seguir con los entrenamientos, que le mostrara sus fotos de chica fue tan solo un pequeño incentivo a las grandes capacidades de su hija en el arte de las espadas, con cuidado toma la placa de manos de Elizabeth y la coloca de vuelta en el mueble al que estaba dedicada.
―Cuando llegue el día, también te haremos hacer unas fotografías a ti, Elizabeth.
Con métodos más recientes, efectivos y menos perjudiciales para la salud del que pueda con el encargo, Frances no duda que el pedido de su hija se vea cumplido, y si por ella fuera lo haría ella misma, le daría todos los colores del universo a su pequeña sin rechistar. Pues Lizzy no quiere opacar de tal manera (como en el daguerrotipo de su madre) el recuerdo que está segura, compartirá con Ciel.
03. Nunca desaparecerá || Impresiones duraderas {335 palabras}
¿Qué podía estar haciendo el loco, osado e independiente de su primo con Sebastian a altas horas de la noche? Lizzy siente un hueco en el estómago cada vez que piensa en ello, su madre se los dijo bien clarito a los dos, la hora de dormir es invariable. No importando cuan transcendentales les parecieran sus asuntos personales, no habría ninguna clase de favoritismo. Suerte que fuera invierno y Frances no tenga verdadero corazón de piedra a Sebastian no lo enviaron al jardín a pasar la noche.
Cada noche, pasadas las doce, Ciel se levanta y llama a Sebastian para que le acompañe. Él ni siquiera se cambia la bata para dormir, únicamente se echa encima algún abrigo, se calza las botas y se coloca la bufanda como puede para que el frío del exterior no penetre a través. Una vez afuera usa a Sebastian como guía y centinela, y él debe cumplir cabalmente su misión pues si son descubiertos bien sabe el inteligente can que podría significarle una gran reducción en su suministro diario de alimentos. El pequeño futuro conde ha estado arriesgándose, a los regaños y a los ataques de asma, para conseguirle a su prima un ramo de los primeros brotes de unas lindas orejas de oso.
«Un detalle maravilloso», piensa Lizzy al borde del llanto cuando recibe el obsequio, por la alegría del regalo de Ciel y por la culpa si algo le hubiese sucedido también.
Años más tarde, en una de sus tantas improvisadas visitas a la mansión Phantomhive, Elizabeth recuerda el regalo que le diera Ciel ese invierno. Está a punto de recostarse cuando escucha el ruido del carruaje alejándose. Ahora Ciel no necesita el permiso de nadie para salir en el momento que le plazca, y cuánto la llenaría eso de alegría si no fuera porque no es por placer, tanto como por obligación, la razón por la que Ciel tiene que arriesgarse ahora. Pero el peligro siempre ha estado ahí, y Elizabeth se sigue sintiendo una carga.
